El Reloj de la Puerta del Sol se Detiene: Cuando Cuidar el Tiempo También es Hacerlo Durar

por | Abr 22, 2025 | Uncategorized | 0 Comentarios

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Hay relojes que no solo marcan las horas. Algunos se convierten en símbolos, en referencias culturales y emocionales que atraviesan generaciones. Uno de ellos es, sin lugar a dudas, el reloj de la Puerta del Sol de Madrid. Este abril de 2025, por primera vez en más de 30 años, su maquinaria se ha detenido voluntariamente para someterse a una intervención técnica que garantiza su conservación a largo plazo.

Una pausa necesaria para seguir marcando historia

La última vez que el emblemático reloj dejó de funcionar fue en 1994, durante unas obras en el edificio de la Real Casa de Correos. Desde entonces, ha seguido latiendo de forma ininterrumpida, día y noche, bajo la mirada de millones de madrileños, turistas y, por supuesto, espectadores de las tradicionales campanadas de Nochevieja.

Esta parada no obedece a una avería, sino a un procedimiento planificado de revisión, limpieza y ajuste de sus mecanismos internos. La intervención, que durará entre 10 y 15 días, está siendo realizada por el equipo de la histórica Relojería Losada, responsable de su mantenimiento desde hace décadas.

Un trabajo que trasciende lo técnico

Más allá de la limpieza de engranajes y el ajuste de péndulos, este tipo de intervenciones nos recuerda la importancia de la relojería como oficio que mezcla precisión técnica, sensibilidad estética y profundo respeto por el patrimonio. En este caso, el objetivo no es solo que el reloj funcione, sino que siga haciéndolo de forma fiel a su historia.

Los expertos involucrados no solo conocen el mecanismo, también comprenden su relevancia simbólica. Ajustar una pieza como esta implica conocer su pulso, su comportamiento a lo largo de los años, e incluso el efecto que los cambios de temperatura o humedad tienen sobre ella.

El relojero como guardián del tiempo público

En una época marcada por relojes digitales y sincronización por satélite, resulta casi poético pensar que uno de los puntos de referencia horaria más conocidos del país sigue dependiendo de un mecanismo analógico, afinado por manos expertas. Este gesto es también un homenaje a la relojería como profesión, a la figura del relojero como custodio de algo más grande que un objeto: el tiempo compartido.

Para quienes trabajamos en el mundo de la relojería, este tipo de acontecimientos no son simples noticias; son recordatorios de por qué hacemos lo que hacemos. Son una llamada a preservar, a cuidar, a intervenir con conocimiento y respeto. Porque el tiempo pasa, pero los buenos oficios permanecen.